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Martín Aller

  • Foto del escritor: Revista Soma
    Revista Soma
  • 2 dic 2015
  • 2 Min. de lectura

¿Cuándo empecé con la fotografía?

No sabría decir exactamente cuando empecé con la fotografía, pero podría decir que fue a los 16 años cuando empecé probando con una cámara pocket azul que me encantaba. Sacaba a todo lo que podía con esa cámara hasta que, más adelante, a los 17 años, me fascinaron las cámaras réflex y la idea de tener una me llenaba el alma. A los 18 años, mi abuela me regaló una Canon T3i para mi cumpleaños y, a partir de entonces, empecé a invo­lucrarme más en la fotografía adquiriendo diversos conocimien­tos. Hasta el día de hoy sigo aprendiendo y, algún día, me gus­taría llegar a un ámbito más profesional a través de la fotografía.


¿Mis fuentes de inspiración?

Creo que no tengo una fuente de inspiración específica ya que me inspiran muchas cosas y personas, tanto conocidos como fotógrafos profesionales. Simplemente, me inspira el hecho de tener una cámara en mis manos y tener el poder de capturar un momento, un detalle, un movimiento, una expresión, un sen­timiento o algo que me llame la atención, algo que necesite ser fotografiado.


¿Qué representa La Ciudad?

Lo primero que se me viene a la cabeza cuando pienso en La Ciudad es el color gris pero no por eso la veo de mala manera sino que veo a La Ciudad como un lugar de enriquecimiento experimental. Nunca sabes lo que puede pasar en la ciudad. Está llena de lugares exóticos y otros no tan exóticos. Tiene sus lugares hermosos y sus lugares no tan hermosos. Tiene su buena gente y su no tan buena gente. Pero todo eso es lo que hace a La Ciudad y cada uno toma esos rasgos de dife­rente manera, y cada uno la querrá más o la querrá menos.


¿Cómo se refleja en mi trabajo?

Principalmente, el trabajo fue hecho para un proyecto de la Fa­cultad que constaba de un registro fotográfico del agobio y no pude evitar saltarme de las normas y tomar mis propias fotografías. Se reflejan, en parte, los gigantes con los que convive la gente que constantemente cami­na por La Ciudad. Basta con mirar hacia arriba y ver cómo, casi, no te dejan ver el cielo pero, a pesar de eso, conviven en armonía. Y lo hacen, incluso, conociendo su carácter estructurado, rectangular, frío.


¿Qué disfruto y qué detesto de La Ciudad?

Lo que disfruto de La Ciudad es su gran diver­sidad de lugares, espacios y peculiaridades que se pueden encontrar en cualquier momento del día sin darse cuenta. Disfruto su carácter volátil, contemporáneo, mutable, polisémico, subjetivo. Detesto algunos de sus comportamientos. Es ruidosa, incontrolable, quejosa, agobiante. Pero todos tenemos nuestras cosas buenas y nues­tras cosas malas.


¿Un lugar ideal para vivir?

Si somos realistas, ya que cualquiera quiere vivir en su mundo de fantasía, mi lugar ideal para vi­vir sería al lado de La Ciudad, en el límite, donde puedo estar tranquilo, puedo ir y volver cuando tenga ganas a esa inmensidad que, si bien, tiene mucho que aportar, no siempre es bueno estar tanto tiempo hostigado por sus pesadas cargas y exigencias.


 
 
 

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