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Tejer la trama

Tiempos Modernos, la resistencia urbana

Desde hace más de quince años el centro cultural que fundaron los vecinos de Florida se consolida como uno de los espacios barriales que alumbran el camino de la resistencia.

Se enciende la esquina de Aristóbulo del Valle y Caseros, en el barrio de Florida, a metros de Puente Saavedra, junto a la estación de tren. “Zona de tránsito”, le dicen. Desde la avenida Maipú se puede ver a lo lejos el rosa de su ochava encendida. Si hacemos un zoom, presenciamos la ceremonia del encuentro, de instrumentos musicales en procesión... un atardecer más en el que una prueba de sonido se extiende porque sí. La noche se hace desear.



En un marco de reciente institucionalización de los espacios de cultura (en la Capital Autónoma de Buenos Aires), elegimos retratar “Tiempos Modernos”, un centro cultural de Vicente López que consiguió resignificar ese dúo de palabras. El sabor amargo de la acertada crítica de Charles Chaplin, el desaliento, la enajenación y la impotencia de la máquina moderna se subliman y convierten en una celebración de la cultura popular, por medio del trabajo de los vecinos fundadores, y de los que siguieron, hace más de quince años.

Mucha agua pasó bajo el puente, y largos serán el recuerdo y el relato de cada granito de arena que aportaron los que pasaron y pasan por Tiempos, desde 2001 hasta hoy. No hace falta reescribirlo. Se vive estando dentro, cualquier mañana, tarde, noche que sea. Se siente en las paredes, en las mesas, en la barra; se oye desde la cocina, se huele desde la vereda y se intuye en las melodías que sueltan las teclas del piano. No hay modo de salir ileso. Conocer el espacio es enamorarse.

Resulta evidente que la misión de transformarse en un punto de encuentro generador del sentimiento de pertenencia se ha cumplido. Esto llevó a preguntarnos, en nuestra investigación sobre el espíritu de la ciudad, si los compañeros de Tiempos comparten nuestra premisa de que los tiempos y espacios urbanos proponen el desencuentro y la pérdida de identidad. Con esta inquietud nos reunimos con Patricia Calderón, socia de Tiempos Modernos, para que nos ayude a definir el rol de los Centros Culturales en las ciudades hoy.


Quizá no podamos responder estos interrogantes inicialmente, o tal vez las respuestas sean múltiples. Pero sí podemos ver en el origen de este centro cultural una clave para comprender su esencia. Tiempos se inauguró el 16 de marzo de 2001. Sus fundadores provenían de distintas agrupaciones militantes dispares que, sin embargo, habían detectado un objetivo en común: diluir la fractura que percibían entre sociedad y política. El “no te metas” era un discurso que los alertaba por igual. Básicamente, los incomodaba que el espacio público no se viviera en plenitud, que los vecinos se mantuviesen atrincherados dentro de sus cuatro paredes, desconociéndose y distanciándose aún más. La propuesta colectiva fue construir un espacio político apartidario, en el barrio de Florida, que habilitara el encuentro y el desarrollo de la conciencia crítica. Un proyecto a largo plazo que, con el tiempo, los mismos fundadores identificaron como proto‐asambleario, pues fundaron el centro a mediados de marzo de 2001, y en diciembre de ese año, brindaron espacio a la asamblea popular de Saavedra-Florida. De pronto, el movimiento intuitivo de los vecinos abrazó un objetivo más amplio que se explicitó. Quince años más tarde puede decirse que fue apuesta desesperada por reconstruir el entramado social.



Patricia Calderón: Desde ese momento, la crisis la detectamos como cultural. Lo que nos comprometimos fortalecer fue la posibilidad de una conciencia crítica, de resistencia y en comunidad. La experiencia de la asamblea popular encontró en diciembre de 2001 un espacio amigo, en el que se podía refugiar los días de lluvia. Más que valientes, estábamos desesperados. Esos tiempos críticos impulsaron la reconstrucción de la trama social, es decir, nos constituimos como una apuesta a la esperanza.


SOMA: De ser una esquina abierta a la comunidad hasta obtener la habilitación como centro cultural, ¿cómo transitaron el recorrido legal?

PC: Primero alquilamos este local entre los vecinos fundadores. Fue la primera apuesta. Al ver que cumplía una misión barrial, decidimos proteger el espacio bajo una figura que lo habilitara. Entonces, encontramos que la combinación de centro cultural + restaurant le quedaba bien a Tiempos. A partir de entonces pasó a tener esa figura legal. Para que se den una idea, funciona así como funcionan los clubes con buffet. Y sí que funciona, con muy buenos resultados.

SOMA: ¿Pensás que cada barrio debería tener su centro cultural?

PC: Eso creo, pero cada uno con su propia identidad. Y ese carácter se lo da el colectivo que lo conforma. Nadie más. El grupo humano que sostiene el proyecto es el que le va dando forma y sustancia. Tiempos Modernos es un patriarca en ese sentido, porque sentó precedente y es símbolo de compromiso. Pero cada espacio amigo, acá en el Partido, construyó su perfil acorde a los intereses de cada colectivo. Por ejemplo, La Galpona tiene un perfil más intransigente en lo político, y audiovisual en lo cultural, pero la apuesta es análoga. O La Multiforme, en Munro, sostiene un encuentro mucho más cruzado por lo artístico, y sin embargo podemos compartir muchos aprendizajes en común. Se trata de una red inmensa e impresionante que se teje.


SOMA: ¿Considerás que aquella fractura que detectaban en 2001 se revirtió en estos quince años en el barrio?

PC: El compromiso al que nos arrastró la desesperación de aquellos años nos permitió identificar un objetivo superior, que sostenemos a lo largo de los años. Justamente, señalar y sostener un objetivo predispone a superar cualquier tensión y genera consenso. Si el objetivo es superador a cualquier discusión, el proyecto perdura y se fortalece. Me emociona ver toda una generación que creció en este ambiente; cómo adolescentes se transformaron en hombres y mujeres que experimentaron el sentimiento de pertenencia barrial.


SOMA: ¿Cuáles son los desafíos que detectan hoy?

PC: En 2006 abrimos la Biblioteca Popular Sudestada (bajo la figura de Asociación Civil) para ampliar el espacio a más vecinos, que se acercaran bajo la premisa de la promoción de la lectura. Poco a poco, la Biblio fue cumpliendo su misión, y hoy son más de 30 voluntarios que la mantienen en funcionamiento. Del mismo modo, hoy comprendemos que la apuesta la hacemos en tres distintos órdenes, al menos: Centro Cultural, Biblioteca Popular, Paseo Cultural Peatonal. Cada una de estas redes complementarias aumenta el radio de influencia en los vecinos del barrio de Florida, y es nuestro desafío presente, sin dudas.

Nos perdemos entre el murmullo, y todo se disuelve en sonrisas. Quizá la discusión no esté tanto en las formas. Y las legislaciones podrán ayudar a concientizar y resolver de antemano ciertas cuestiones formales que hacen a los espacios de cultura. Pero nos quedamos con la certeza (esperanzadora) de que el humano no va a permitir que su identidad y pertenencia se vean consumidas por la locura en la que pueden convertirse las ciudades modernas. En donde se haga la oscuridad, más o menos repentinamente, se encenderá una luz, y la imaginación sembrará.


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